Creo que el postparto fue punto y aparte para mí y en general lo es para muchas mujeres. Un tsunami emocional y físico que uno no se espera (o no le cuentan). El peso de las nuevas responsabilidades, más la desconexión con el propio cuerpo por el aumento de peso, los estragos del parto y el inicio de la lactancia tienen efectos silenciosos, pero tremendamente fuertes para las mujeres.
En algunos casos el parto parece estar sobrevalorado mientras el periodo que sigue es el gran interrogante. La atención se centra en el bebé y en sus cuidados y ¿la mamá? La mamá en muchos casos termina buscando a esa mujer que fue, que parecía tan segura y, que ahora, de la noche a la mañana está al servicio del bebé 24/7.
Y sí, el cuerpo indudablemente cambia y sí es increíble poder amarnos con todo y estrías, celebrar nuestras nuevas curvas e ir desterrando el mito de la mamá perfecta, pero, también se vale vivir esa aceptación de la nueva mujer en la que nos hemos convertido con un poquito más de apapacho.
En mi caso el apapacho fue el ejercicio, que no solo me sirvió de catarsis para desahogar mis miedos de mamá novata, sino que también fue el camino para reencontrarme con una nueva Naty, una mucho más fuerte, más decidida y feliz.
¿Y para ti, cuál fue el apapacho?